jueves, 17 de octubre de 2013
Cuento
La
muñeca de porcelana
León Tolstoi
Una carta escrita por
Tolstoi seis meses después de su matrimonio a la hermana más joven de su
esposa, la Natacha de Guerra y Paz. En las primeras líneas, la letra es de su
mujer, en el resto la suya propia.
21
de marzo de 1863
¿Por
qué te has vuelto tan fría, Tania? Ya no me escribes, y me gusta tanto saber de
ti... Aún no has contestado a la alocada carta de Levochka (Tolstoi), de la que
no entendí una palabra.
23
de marzo
Aquí
ella empezó a escribir y de pronto dejó de hacerlo, porque no pudo seguir.
¿Sabes por qué, querida Tania? Le ha ocurrido algo extraordinario, aunque no
tanto como a mí. Como ya sabes, al igual que el resto de nosotros, siempre
estuvo constituida de carne y hueso, con todas las ventajas y desventajas
inherentes a esta condición: respiraba, era tibia y a veces caliente, se sonaba
la nariz (¡y de qué modo!) y, lo más importante, tenía control sobre sus
extremidades, las cuales -brazos y piernas- podían asumir diferentes
posiciones. En una palabra, su cuerpo era como el de cualquiera de nosotros. De
pronto, el día 21 de marzo, a las diez de la noche, nos sucedió algo
extraordinario a ella y a mí. ¡Tania! Sé que siempre la has querido (no sé qué
sentimiento despertará ahora en ti), sé que sientes un afectuoso interés por mí
y conozco tu razonable y sano punto de vista sobre los hechos importantes de la
vida; además, amas a tus padres (por favor, prepáralos e infórmales de lo
sucedido), es por esto que te escribo, para contarte cómo ocurrió.
Aquel día me levanté
temprano, paseé mucho rato a pie y a caballo. Almorzamos y comimos juntos,
después leímos (aún podía hacerlo) y yo me sentía tranquilo y feliz. A las diez
le di las buenas noches a la tía (Sonia estaba como siempre y me dijo que
pronto se reuniría conmigo) y me fui a la cama. A través de mi sueño la oí
abrir la puerta, respirar mientras se desvestía, salir de detrás del biombo y
acercarse a la cama. Abrí los ojos y vi -no a la Sonia que tú y yo conocíamos-,
¡sino a una Sonia de porcelana! Hecha de esa misma porcelana que provocó una
discusión entre tus padres. Ya sabes, una de esas muñecas con desnudos hombros
fríos y cuello y brazos inclinados hacia adelante, pero hechos con el mismo
material que el cuerpo. Tienen el cabello pintado de negro y arreglado en
largas ondas con la pintura que desaparece en la parte superior, protuberantes
ojos de porcelana que son demasiado grandes y que también están pintados de
negro en los bordes. Los rígidos pliegues de porcelana de sus faldas forman una
sola pieza junto con el resto. ¡Y Sonia era así! Le toqué el brazo; era suave,
agradable al tacto y de fría porcelana. Pensé que estaba dormido y me
pellizqué, pero ella no cambió y se mantuvo inmóvil frente a mí.
Le dije:
-¿Eres de porcelana?
Y sin abrir la boca (que
permaneció como estaba con sus labios curvos pintados de rojo brillante),
replicó:
-Sí, soy de porcelana.
Un escalofrío me recorrió la
espalda. Miré sus piernas: también eran de porcelana y (ya puedes imaginarte mi
horror) estaban fijas en un pedestal de la misma materia, que representaba el
suelo y estaba pintado de verde para simular un prado. Cerca de su pierna
izquierda, un poco más arriba, detrás de la rodilla, había una columna de
porcelana, pintada de marrón, que probablemente pretendía ser el tronco de un
árbol. También formaba parte de la misma pieza que la contenía a ella.
Comprendí que sin ese apoyo no podría permanecer erguida y me puse muy triste;
tú, que la querías tanto, ya te puedes imaginar mi pena. No podía creer lo que
estaba viendo y empecé a llamarla. Le era imposible moverse sin el tronco y su
base; giró un poco (junto con la base) para inclinarse hacia mí. Pude oír el
pedestal batiendo contra el suelo. Volví a tocarla, era suave, agradable al
tacto y de fría porcelana. Traté de levantarle la mano, pero no pude; traté de
pasar un dedo, siquiera la uña entre su codo y su cadera, pero no lo logré. El
obstáculo lo formaba la misma masa de porcelana, esa materia con la que en
Auerbach hacen las salseras. Empecé a examinar su camisa, formaba parte del
cuerpo, tanto arriba como abajo. La miré desde más cerca y vi que tenía una
punta rota y que se había puesto marrón. La pintura en la parte superior de la
cabeza había caído y se veía una manchita blanca. También había saltado un poco
de pintura de un labio y uno de los hombres mostraba una pequeña raspadura.
Pero estaba todo tan bien hecho, tan natural, que aún seguía siendo nuestra
Sonia. La camisa era la que yo le conocía, con encajes; llevaba el pelo
recogido en un moño, pero de porcelana y sus manos delicadas y grandes ojos, al
igual que los labios, eran los mismos, pero de porcelana. El hoyuelo en su
barbilla y los pequeños huesos salientes bajo sus hombros estaban allí también,
pero de porcelana. Sentía una terrible confusión y no sabía qué decir ni qué
pensar. Ella me habría ayudado gustosa, pero, ¿qué podía hacer una criatura de
porcelana? Los ojos entornados, las cejas y las pestañas, a cierta distancia,
parecían llenos de vida. No me miraba a mí, sino a la cama. Quería acostarse y daba
vueltas en su pedestal continuamente. Casi perdí el control de mis nervios; la
levanté y traté de llevarla hasta el lecho. Mis dedos no dejaron huella en su
frío cuerpo de porcelana y lo que me dejó más sorprendido es que era ligera
como una pluma. De repente, pareció encogerse y volverse muy pequeña, más
diminuta que la palma de mi mano, aunque su aspecto no varió. Tomé una almohada
y la puse en un extremo, hice un hueco en el otro con mi puño y la coloqué
allí, para luego doblar su gorro de dormir en cuatro y cubrirla hasta la cabeza
con él. Continuó inmóvil. Apagué la vela y súbitamente oí su voz desde la
almohada:
-Leva, ¿por qué me he vuelto
de porcelana?
No supe qué contestar, y
ella repitió:
-¿Cambiará algo entre
nosotros el que yo sea de porcelana?
No quise apenarla y respondí
que no. Volví a tocarla en la oscuridad; estaba quieta como antes, fría y de
porcelana. Su estómago seguía siendo el mismo que en vida, sobresalía un poco,
hecho poco natural para una muñeca de porcelana. Entonces experimenté un
extraño sentimiento. Me pareció agradable que hubiese adquirido aquel estado y
ya no me sentí sorprendido. Ahora todo resultaba natural. La levanté, me la
pasé de una mano a la otra para abrigarla bajo mi cabeza. Le gustó. Nos
dormimos. Por la mañana me levanté y salí sin mirarla. Todo lo sucedido el día
anterior me parecía demasiado terrible. Cuando regresé a la hora de comer,
había recuperado su estado normal, pero no le recordé su transformación,
temiendo apenarlas a ella y a la tía. Sólo te lo he contado a ti. Creí que todo
había pasado, pero cada día, al quedarnos solos, ocurre lo mismo. De pronto se
convierte en un minúsculo ser de porcelana. En presencia de los demás continúa
igual que antes. No se siente abatida por ello, ni tampoco yo. Por extraño que
pueda parecerte, confieso con franqueza que me alegro, y aun pese a su
condición de porcelana, somos muy felices.
Te escribo todo esto,
querida Tania, para que prepares a sus padres para la noticia y para que papá
investigue con los médicos el significado de esta transformación y si no puede
ser perjudicial para el niño que esperamos. Ahora estamos solos, está sentada
bajo mi corbata de lazo y siento cómo su nariz puntiaguda me rasca el cuello.
Ayer la dejé sola en una habitación y al entrar vi que «Dora», nuestra perrita,
la había arrastrado hasta una esquina y jugaba con ella. Estuvo a punto de
romperla. Le pegué a «Dora», metí a Sonia en el bolsillo de mi chaleco y la
conduje a mi estudio. Ahora estoy esperando de Tula una cajita de madera que he
encargado, cubierta de tafilete en el exterior y con el interior forrado de
terciopelo frambuesa, con un espacio arreglado para que pueda ser llevada con
los codos, cabeza y espalda dispuestos de tal modo que no pueda romperse. La
cubriré también totalmente de gamuza.
Estaba escribiendo esta
carta cuando ha ocurrido una terrible desgracia. Ella estaba sobre la mesa
cuando Natalia Petrovna la ha empujado al pasar. Ha caído al suelo y se ha roto
una pierna por encima de la rodilla, y el tronco. Alex dice que puede
arreglarse con un pegamento a base de clara de huevo. Si tal receta se conoce
en Moscú, envíamela, por favor.
FIN
Comentario
La idea que el escritor nos quiere presentar es que muchas veces nos convertimos en muñecas de porcelana para otros, a veces lo decidimos, a veces el otro decide.
Este cuento pertenece al género narrativo está escrito en prosa y posee ocho párrafos.
Lev Nikoláievich Tolstói, también conocido como León Tolstói fue un novelista ruso ampliamente considerado como uno de los más grandes escritores de occidente y de la literatura mundial. Sus más famosas obras son Guerra y Paz y Ana Karénina, y son tenidas como la cúspide del realismo.
En la vida podemos ver como el amor vaga de manera incierta, cuando no permanece todo se vuelve frío entre dos, nada rescata al amor de una frígida piel, ni siquiera mantener la compañía reaviva el deseo, ni sostiene la pasión; me pregunto cuántos hombres y mujeres de porcelana no habrá alrededor de nosotros compartiendo su vida, su trabajo y sus aparentes emociones con nosotros que, al menos que seamos del todo conscientes, no somos de porcelana.
sábado, 28 de septiembre de 2013
Biografía de Tolstoi
Lev Nikolaievich
Tolstoi
(1828-1910)
(1828-1910)
Lev miembro de la realeza y
Lev Tolstói en Yásnaya Polyana, 1908, la primera fotografía retrato en color en Rusia. |
Vivió una dura debido a que
Ninguno de sus padres sobrevivieron en su
Infancia, en 1843 ingreso en la universidad de
Kazon donde estudio letras la cual
Opto por abandonar para cursar derecho
Lógicamente mejorándolo en los ámbitos
Académicos al salir de la universidad en 1847
Ilusamente escapo de las Urbes
Estableciéndose con los campesinos y allí
Vio como sufrían, pensado la mejor
Idea de ayudarlos, se fue a la guerra de
Crimea en 1853 donde gano varios
Honores, al tiempo se retiró para escribir y
Tiempo después decidió
Obsequiarle una escuela gratuita a
Los campesinos, en 1862 se casa con
Sofía Benrs con la que tuvo
Trece hijos, de allí en adelante dejo grandes
Obras como “guerra y paz” en 1910
Imprevistamente murió de un ataque pulmonar.
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